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ildegarda de Bingen (1098-1179) fue la última de diez hermanos, pertenecía a una noble familia de Bermersheim. Siguiendo la tradición medieval sus padres la entregaron al monasterio alemán de Disibodenberg para ser consagrada a la vida religiosa cuando contaba nueve años. Desde muy niña, tuvo visiones que ya en 1148 el Papa Eugenio III consideró inspiradas por Dios. Abadesa de los monasterios benedictinos de Rupertsberg y Eibingen, a los cuarenta y dos años recibió el mandato divino de poner por escrito las visiones que tuviese de entonces en adelante.